Centro de Altos Estudios en Ceremonial de Buenos Aires
 
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Ceremonial: aproximación al tema, exégesis de una forma de vida.

 
APROXIMACIÓN AL TEMA   EXEGESIS 

* por el Prof. Gavalda y Castro
prohibida su reproducción total o parcial, 
derechos de autor reservados.
 
Seguramente un momento auroral de la civilización fue, cuando el hombre, abandonando la lucha y reconociéndose en relación con otros, esbozo un primer gesto de convivencia, el saludo, el que fue respondido; así se cristalizo el más primitivo de los ritos.
 
Si reconocemos que el ceremonial es un conjunto de ritos y rituales, aseveramos que su nacimiento esta en la propia esencia del hombre. Fueron los brujos, los primeros en interpretar las normas de los rituales, ellos conocían el nexo entre el hombre y el tótem, o ser divino. La vida tribal no se podía realizar de cualquier manera estaba sujeto a un determinado ritual obligatorio. Seguramente quien osaba alterarlo merecía un castigo previsto.
 
Todos los actos de los seres humanos desde los albores de la civilización están regidos por “el ceremonial”, él nos indica lo que era y es correcto hacer, decir o estar, de aquello que no lo es. Los pueblos se atuvieron a las normas civilizadoras de su propio ceremonial, cada tribu, cada clan, cada pueblo lo expreso y expresa según sus creencias, sus tradiciones y los condicionamientos que le son propios.
 
Podemos entender y afirmar que el ceremonial es un arte flexible que se adapta a la idiosincrasia, tradiciones y costumbres de cada uno de ellos. El desafío es reconocer el ceremonial del otro para así no ofenderlo.
 
El ceremonial puede parecer una técnica rutinaria, pero en su esencia es el arte del buen vivir, que prioriza a las personas y a la celebración de la vida por sobre los medios. Profunda es su filosofía y su sentido estético, que da cabal sentido a esta disciplina, sumadas a ellas la actitud y la impronta de cada persona, la transformará en una materia dinámica, llena de vida, cuyo destino es la convivencia y el buen hábito del respeto mutuo. Conocer, valorar y aplicar ceremonial es saber estar, decir, y hacer, en el tiempo y en el espacio oportuno y adecuado.
 
Es el ceremonial el gran ordenador de todo acto y de todo comportamiento dentro de un ámbito. El reto es entonces, superar la mera técnica, para alcanzar el vuelo que llevará el ceremonial a la expresión de una filosofía hondamente apegada a una concepción totalizadora y superior de la vida.
 
La sociedad humana jamás perdona a quienes transgreden las normas de comportamiento, a aquellos que hieren con gestos y palabras, que desconocen las medidas en que es lícito moverse.
 
 
Hace pagar un precio terriblemente duro a esa persona, si públicamente demuestra que no ha asimilado los frutos de la civilización.
 
El ceremonial ha sido altamente beneficioso en la organización social de los pueblos, el favoreció el entendimiento, que ha evolucionado hasta nuestros días a niveles internacionales, como lo demuestra la creación de la ONU.
 
Debemos a ésta disciplina los mecanismos para la aceptación de emisarios (enviados, nuncios, embajadores); la negociación de los términos de paz en las guerras, el fin del conflicto de la precedencia entre los Soberanos, la igualdad jurídica entre los Estados (orden alfabético); sin dudas esta filosofía cuyo fines permanentes son establecer el orden y la armonía, es el mayor civilizador de la humanidad.
 
Un hombre no es superior en virtud de los tratamientos que lo exaltan, ni por sus títulos, o su nivel económico, sino por su jerarquía espiritual, moral y por su conocimiento y respeto a las normas de comportamiento. Lo contrario, reverenciar, adular a los poderosos, la obsecuencia y todo lo artificioso y superficial es contrario a lo que el ceremonial propone.
 
La personalidad y conducta de un hombre “superior”, lo hace invariable en la cortesía, se encuentre en la opulencia o bien en la pobreza. Indudablemente el hombre posiciona los cargos, puestos o funciones que desempeña por su condición de tal, y no a la inversa.
 
Ceremonial, es buscar la convivencia; se refiere al entendimiento y a la existencia. Es hacer de la vida una obra de arte. Si podemos entender esta humilde definición, habremos percibido lo grande que encierra el ceremonial. Nos olvidaremos de lo hiriente, de los odios, y recordaremos lo finito de nuestra existencia, la necesidad de la comunión con el otro. Transcurriremos el sendero de la vida con amistad, cortesía, amor y respeto. Convivencia es civilización. Se trata entonces de valorar solo lo que tiene valor. Saber y practicar esta disciplina es comprender la vida, propiciando su victoria, no es un arte de los muertos sino de quienes estamos vivos.
 
El ceremonial optimiza y potencia el encuentro, no lo condiciona; hay ceremonial en las grandes celebraciones y ritos de la vida, pero también en lo cotidiano y sencillo de cada día.  Es preciso tener presente que tanto sea en nuestra actividad privada o pública siempre estamos regidos por el ceremonial y debemos actuar en consecuencia.
 
Falso apoyo será apelar a él en fastuosas oportunidades, porque de nada servirá, seguramente quedará de manifiesto esa apelación; por el contrario si es un hábito lo que corresponda nacerá y se demostrará naturalmente.
 
La cortesía, obviamente necesita mutua respuesta y conocimiento, siendo entrañable al comportamiento humano. El ceremonial tiene sus pilares en ella, en el respeto, en la consideración al otro y en la fraternidad de la sociabilidad.
 
Una persona puede estudiar y capacitarse solamente con la técnica, pero si carece de cortesía y trato, será solo un formato carente de contenido, se trata de ser “suave en el modo, fuerte en la acción “ (Lao-Tse). Recordemos por último las palabras del apóstol Pablo “adelantaos los unos a los otros en el respeto mutuo”.
 


 
El Prof. Rubén Alberto Gavaldá 
junto al Obispo Anglicano Henry Kontor 
(President of the Apostolic Congress of Great Britain) 
luego de la firma de cooperación entre el C.A.E.C.B.A. 
y el Institute for Comuunity Development Societies).
Isla de Malta, octubre de 2007
 
 
 
DIPLOMACIA, CORTESÍA Y CEREMONIAL
 
Los términos "ceremonial", "protocolo" y "etiqueta", son usualmente utilizados de manera indistinta; sin embargo, en un sentido estricto, presentan ciertas diferencias.
 
Técnicamente, el ceremonial es lo perteneciente o relativo al uso y práctica de las ceremonias y, por lo tanto, consiste en aquellas formalidades aplicadas en ocasión de todo en nuestras vidas, ya sea éste de naturaleza religiosa, pública (u oficial) o privada.
 
 Las palabras "ceremonial" y "ceremonia" derivan del latín "caeremonia", es decir, aquellos actos reglamentados por la ley, la tradición, el uso o las costumbres en el culto religioso o para reverenciar mediante honores en las cuestiones profanas. Por lo tanto, tiene estrecha relación con lo ritual.
 
A su vez, "protocolo" proviene del griego y era, originariamente, el nombre que se daba a la primera hoja encolada en ciertos documentos de carácter formal. Hoy en día, todavía se utiliza este término cuando nos referimos a las escrituras y actas notariales, cuando deben estar ordenadas (o foliadas). Igualmente, así en el Derecho Internacional Público, este término es empleado en el caso de los tratados y otros acuerdos internacionales.
 
Con el tiempo, al establecerse normas muy estrictas en el ritual de las cortes imperiales y reales, se extendió su significado incorporándosele la acepción actual, por la que se define al protocolo como al “conjunto de reglas atinentes al ceremonial diplomático o palatino establecido por ley o por la costumbre”.
 
Finalmente, la "etiqueta", cuya etimología proviene del francés “étiquette” (a su vez derivado del vocablo germánico “stikken” que significa fijar, clavar, adherir), es -según Urquiza- el “conjunto de los estilos, usos y costumbres que se deben observar en las casas reales y en los actos públicos y solemnes.” Por este motivo, también se aplica al trato entre personas y a la manera de vestirse en ocasiones formales, en contraposición con el comportamiento que mantenemos cuando existe confianza o familiaridad.
 
 
Para recordar:
En situaciones en las que se encuentran reunidas personas de procedencia diferente, en la que puedan reflejarse distinciones en los hábitos culturales, se debe ser muy respetuoso. Los grupos presentes deben hacer un esfuerzo por comprender las normas de educación de los demás e intentar no transgredirlas.
 
Si entre las actividades que enfrenta está la de viajar a países de hábitos diferentes a los nuestros, es su obligación documentarse debidamente sobre las normas y modales del lugar y cultura a la que se dirige.
 
Si ya no tiene tiempo para leer sobre protocolo solo recuérdele el famoso dicho:...”a donde fueres haz lo que vieres”... y que siempre en estas situaciones no ceda ante la tentación de llamar la atención.
 
En conclusión, podemos establecer ciertas diferencias de naturaleza histórica, normativa y social entre estos términos, reservando la palabra “ceremonial” para referimos a las prácticas usuales en todo acto, ya sea público o privado; mientras que el “protocolo” es propio de los actos y gestiones referentes a la actividad oficial, particularmente la diplomática. La “etiqueta” tiene, en cambio,
 
 
connotaciones más bien relacionadas con la conducta social, la urbanidad y la indumentaria, especialmente cuando nos estemos desenvolviendo en ocasiones formales.
 
 
Fundamento y antecedentes
Cuenta Herodoto que cuando Mardonio, general del rey persa Xerxes, invadió Grecia, buscó aliarse con los atenienses. Los espartanos, preocupados ante la perspectiva de semejante unión, enviaron también una embajada, con el objeto de disuadir a sus rivales griegos. Astutamente, los atenienses que buscaban comprometer a Esparta en la defensa de Grecia, maniobraron para que ambas delegaciones presentaran sus alegatos en la misma audiencia. Tras escuchar las razones de los enviados de Mardonio (encabezados por el macedonio Alejandro, antepasado del otro llamado “Magno”) y de los embajadores espartanos, los atenienses replicaron desechando la alianza con Xerxes y se dirigieron a los enviados espartanos diciéndoles que “... existe nuestra hermandad entre griegos: nuestra lengua común, los altares y sacrificios en los que todos compartimos, el mismos carácter que tenemos, si los atenienses traicionaran todo esto, en verdad no estaría bien”.
 
La anécdota nos vino a cuenta para subrayar que los griegos, pese a todas sus disputas y desentendimientos, otorgaban un altísimo valor a las creencias y costumbres que compartían, entre ellas, sus rituales, por considerarlos un vínculo de fraternidad.
 
En Roma, el formalismo y las ceremonias, tanto en lo público, como en lo religioso y jurídico eran tenidos por esenciales, a tal punto que si un contrato no se ajustaba a las solemnidades prescriptas, era tenido por nulo. En la celebración de los misterios religiosos, estrictamente secretos y reservados a los iniciados, las danzas y banquetes a menudo orgiásticos aparentemente tenían el propósito de alcanzar la comunicación con los dioses.
 
A su vez los chinos, en época del imperio, contaban con un Tribunal de Ritos, compuesto por mandarines y letrados, cuya responsabilidad consistía en organizar las diversas ceremonias públicas, cortesanas y religiosas, velando que no fueran alteradas.
 
Toda esta liturgia, estos actos, procedimientos, solemnidades y rituales, tenían como propósito fundamental el impresionar la conciencia de los participantes con la importancia de la celebración para que, de esta manera, reverenciaran a su Soberano, a los dioses o a los compromisos contraídos.
 
Naturalmente, tanto en lo religioso como en lo profano, de la perfección de la ceremonia depende la eficacia del efecto buscado. En consecuencia, tanto el pontífice o sacerdote, como el maestro de ceremonias, siempre han gozado de un lugar destacado en todas las sociedades, debido a que ellos son los guardianes de los ritos y de las formalidades solemnes, de la liturgia y de lo sagrado, de las tradiciones y de lo que alguien ha llamado acertadamente “la expresión plástica del poder”.
 
Más modernamente, el ceremonial, ha adquirido nuevamente relevancia, volviéndose a respetarlo, pues por más carácter democrático que le demos auna celebración o a un acto, de no respetar ciertas normas u ordenamientos, rápidamente caeremos en el caos.
 
Esta función ordenadora del ceremonialista se debe a que existen ciertas realidades que no podemos eludir y, así como Freud nos habla de Eros y Thanatos como motores de nuestra existencia, nos atreveríamos a agregar a Vanitas. Tal vez por esto, es un hecho -lamentable, pero cierto- que algunas personas acostumbran ridiculizar al ceremonial, considerándolo frívolo o propio de mentalidades superficiales.
 
Esto no es culpa de quien vela por la perfección de la ceremonia, sino de aquel cuya vanidad lo expone asituaciones ridículas. Si bien es cierto que los fatuos siempre existirán y que la pompa ejerce sobre ellos una particular fascinación, es un error pensar que por este motivo el ceremonial es propio de tales
 
personalidades. Con el mismo criterio podríamos decir que los cirujanos serían individuos con inclinaciones sádicas, que los policías son torquemadas encubiertos o que los valerosos bomberos son criptopiromaníacos.
 
Si semejantes afirmaciones nos parecen absurdas, con mayor razón lo son en el caso del ceremonial, pues éste resulta imprescindible en todas las relaciones, tanto entre Estados, como entre instituciones o personas, por tratarse de un instrumento práctico esencial en todo aquello que esté vinculado con la vida de relación.
 
Si analizamos bien la cuestión, pronto estaremos de acuerdo en reconocer al ceremonial su valor como elemento ordenador, en comprender lo necesario que resulta para evitar inconvenientes y fricciones en aquellas ocasiones en que las circunstancias obligan a determinadas conductas que deben ser observadas estrictamente; ya que -en caso contrario- correríamos el riesgo de que se generaran situaciones imprevistas de consecuencias probablemente desagradables.
 
Algunos autores hablan de “reconocer” las jerarquías, pero -en realidad- las jerarquías están ya establecidas sin intervención del ceremonialista, por lo que su (difícil) tarea consistirá en ubicarlas en el lugar que les corresponda por su rango oficial o social.
 
En este sentido, todo aquel que se dedique al ceremonial deberá tener constantemente en cuenta que su razón de ser, su objeto principal, será el ordenar las precedencias, evitando los conflictos, con la intención de que sus tareas siempre estén imbuidas por un sentido profundo de la armonía y la estética.
 
Así, procuraremos guiar a los demás con firmeza, pero con tacto, de forma tal que queden persuadidos de que su lugar, su ubicación en un momento determinado, es precisamente donde nosotros los hemos colocado y no en otra parte.
 
Esmás, si el ceremonial es una disciplina sus normas deben ser internalizadas, deben constituirse en una especie de sistema de vida, hasta -si se quiere- una ética que modele nuestro comportamiento.De esta forma, nosotros seremos un ejemplo viviente de lo que el ceremonial en su sentido más profundo aspira a enseñar, es decir, el llegar a un estado en el que somos capaces de ejercer un total control sobre nuestros impulsos, reacciones y reflejos menos deseables; de elaborar una concepción ordenada, racional y estética de la sociedad y de la vida; finalmente, de asumir plenamente la convicción de que debemos seguir constantemente y sin excepciones la regla áurea: “No hagas al prójimo lo que no desearías te hicieran a ti”.
 
En definitiva, nuestros instintos deben ser relegados al nivel que corresponde en una sociedad civilizada, donde la convivencia, el tacto, la cordialidad, el respeto yla armonía han de regular nuestras conductas.
 
Igualmente, veremos que la etiqueta y el comportamiento social en general nos ayudarán en nuestra vida de relación a mantener mejores vínculos con nuestros congéneres, facilitando el trato con nuestros pares, como con los superiores y los subordinados.
 
La vulgaridad, la grosería, aunque sean hoy moneda corriente, en el fondo generan rechazo. Una persona cultivada, afable, que es consciente del respeto que debe a los demás y el que se le debe a ella, pero que no cae en la cursilería afectada o en empaques acartonados, siempre será apreciada y tenida por alguien de bien.
 
Desde que existe una organización social y particularmente en aquellas civilizaciones donde el culto a la divinidad era un elemento fundamental de su identidad, especialmente en los antiguos imperios que estaban organizados sobre la base de un estricto ordenamiento jerárquico, las ceremonias
 
religiosas y los honores a los príncipes y dignatarios fueron factores importantísimos en su desenvolvimiento.
 
Basta considerar la majestuosidad del ritual preconciliar de la Iglesia Católica y -particularmente- el de las iglesias cristianas ortodoxas o elesplendor y el rigor de! ceremonial en las cortes de los imperios chino y bizantino, así como en los reinos de los Austrias en España, de Luís XIV en Francia o de la Casa de los Habsburgo en Austria o aún hoy en el Vaticano, para que lleguemos a la conclusión de que tales formalidades, tanta pompa minuciosamente organizada, no pueden responder solamente al deseo de satisfacer la vanidad personal.
 
En realidad su fin último era imponer el respeto, la reverencia, hasta el temor, para que -a través de mecanismos psicológicos- el monarca (y por extensión el Estado) pudiera gozar de prestigio, que-al fin y al cabo-es una forma de poder:
 
Las memorias del Duque de Saint-Simon nos describen inigualablemente las intrigas de los cortesanos en Versalles yuno no puede dejar de admirarse por la habilidad de Luís XIV, quien jamás olvidó las amarguras que le causó en su juventud la Fronda, para dominar la hasta entonces casi incontrolable y arrogante nobleza francesa, por medio de un ceremonial implacable que los mantenía ocupados en fijarse quién era agraciado y quién no, mientras el Rey Sol pacientemente se dedicaba a humillarlos para así controlarlos mejor y -de paso- forjar el reino más espléndido que haya conocido Europa. Un poco de estilo y buen gusto, cierta “grandeur” en estas épocas tan eficientistas no dejaría de tener su encanto.
 
 


El Presidente del C.A.E.C.B.A. junto al ex Embajador de Rumania en la República Argentina



El ceremonial en la actualidad, su utilización en el mundo corporativo
El aumento de la actividad gubernamental, la proliferación de instituciones públicas y privadas de todo tipo, la multiplicación de organizaciones internacionales y la enorme importancia que han adquirido las empresas, han contribuido a que surja un gran interés por todo lo relacionado con el ceremonial.No en vano, toda empresa con cierto desarrollo cuenta con una oficina a cargo de las relaciones públicas y -en este sentido- ¿qué es el ceremonial, si no un venerable y antiguo precursor de esta actividad?
 
La interrelación y la interdependencia se han convertido en características inevitables de la vida moderna. Si bien el hombre siempre ha tenido un sentido gregario, un impulso a lo social, la facilidad en las comunicaciones ha permitido que los contactos de todo tipo adquieran una fluidez extraordinaria y que -además- resulte relativamente sencillo trasladarse a cualquier punto del mundo en pocas horas.
 
Esto, a su vez, ha posibilitado que las personas tiendan cada vez más a reunirse e intercambiar ideas en innumerables congresos, asambleas, simposios, inauguraciones y lanzamientos de productos. En realidad, parecería que cualquier pretexto es bueno para organizar un evento, especialmente si -por añadidura- será una agradable oportunidad para conocer a otras personas, trabar relaciones y ¿por qué no?, comer y beber bien.
 
En tal contexto, una persona dinámica y emprendedora, con un buen sentido de la organización y -mejor aún- dotada de buen gusto, tacto e infinita paciencia, será muy bienvenida en cualquier empresa que requiera un especialista en ceremonial. Igualmente, son cada vez más numerosas las reparticiones públicas que tienen oficinas de ceremonial, debido a la creciente actividad que han desarrollado los diversos órganos del Estado Nacional, así como los gobiernos provinciales y municipales.
 
En el mundo moderno es notoria la tendencia hacia la especialización, y el ceremonial es -precisamente- una de las actividades en las que resulta fundamental la intervención de un especialista, pues una autoridad ofendida o un cliente mal atendido pueden causar daños irreparables.
 
 
La cortesía es indispensable en todo ámbito de la vida social. Sin embargo, cabe aclarar que, existen ciertas diferencias entre el comportamiento social y el que se utilizará en el lugar de trabajo; lo que no significa que el trato hacia los subordinados sea menos cortés, sino que es diferente. La cortesía se coloca más en el tono de voz, en las actitudes hacia quienes nos rodean, que en las fórmulas clásicas.
 
Dado la cantidad de mujeres que trabajan, ha modificado el tratamiento social que se les imparte, para pasar a ser tratadas prácticamente con la misma cortesía con la que un Señor trata a sus colegas hombres.
 
Dentro de las empresas nos encontramos con una diferencia básica con los medios sociales: un gran respeto por las jerarquías. Las relaciones entre superiores y subalternos, entre ejecutivos y clientes o proveedores. Los rangos y jerarquías estarán claramente diferenciados, siendo fundamental que cada persona conozca su posición y la haga respetar.
 
El grado de formalidad en el comportamiento y el vestido depende de la actividad de que se ocupa la empresa, o en la que se mueven las personas. También influirá en la actitud general de un funcionario el eventual contacto con el público y clientes, y sobre todo lo hará la política interna de la empresa. Generalmente son los directores de éstas quienes marcan el estilo de la vestimenta.
 
Será muy importante que, además de seguir las convenciones sociales tradicionales, seamos naturales y controlados, que sepamos improvisar para resolver situaciones imprevistas; en una palabra, que tengamos una buena dosis de sentido común.
 
Otro punto importante dentro de la convivencia “social” será el buen humor, el saber sonreír y utilizar un tono agradable de voz. Será mucho más fácil lograr un mejor rendimiento de nuestros colaboradores si los tratamos gentilmente, si tenemos en consideración cada personalidad y actuamos de acuerdo con ello.
 
Es la manera correcta que han de tener para dirigirse los miembros de las instituciones, tanto entre sus pares como frente a terceros. La precedencia estará encabezada por los fundadores de la institución y se regirá de acuerdo al organigrama, estatuto social o societario o bien por la cultura institucional de cada ente en especial.
 
Entre personas que tienen la misma jerarquía, es frecuente que se produzcan roces, por lo que los individuos con fuertes personalidades deberán ser más controlados y cuidadosos, ya que aún sin intención, podrían avasallar a sus compañeros.
 
Cuando se desee tener una reunión, lo correcto será que el que tenga la iniciativa vaya, o llame, al escritorio de su igual. No deberemos llamarlo a nuestra oficina a no ser que nos esté visitando alguien cuyo aporte sea de interés para el tema común. Si esta reunión fuera formal, un hombre deberá ponerse de pie cuando entre su colega, lo saludará y presentará a los visitantes, indicándole un asiento antes de sentarse nuevamente. De esta manera el visitante notará que quien acaba de ingresar tiene, por lo menos, la misma jerarquía de quién preside la reunión.
 
No es correcto recibir a una persona y hacerla esperar frente a nosotros mientras hablamos por teléfono, acortaremos la conversación y pediremos que no nos pasen llamadas a fin de concentrarnos en nuestro visitante.
 
En general los subordinados deben aceptar y seguir lo que indiquen y decidan los superiores. Si hay alguna discrepancia o bien alguna idea que pueda mejorar la ejecución de la tarea, se expondrá el parecer con cortesía y en privado. Igual tratamiento se dará para el caso de que se sobrecargue de tareas a un dependiente.
 
Ante la existencia de subordinados, siempre deberán ser tratados con corrección, amabilidad y respeto, siendo conscientes de sus horarios de salida, evitando organizar reuniones o juntas sobre esas horas.
 
La decisión de pasar del tratamiento de utilizar el apellido de una persona a usar su nombre de pila dependerá de quién tenga mayor jerarquía. En el primer contacto comercial con otra persona será incorrecto usar el nombre de pila. Lo correcto es dar el mismo tratamiento recíprocamente, las excepciones están dadas por:
ü      cuando exista gran diferencia de edad;
ü      cuando el dependiente pida que lo llamen por su nombre de pila
ü      cuando la relación entre jefe y subordinado sea informal;
ü      sin embargo delante de terceros se volverá al tratamiento formal clásico, que hace a la imagen corporativa.
 
  Mas información, visitar:
www.caecba.com.ar
http://webs.uolsinectis.com.ar/ceremonialargentino/
 
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